Artes Escénicas

¿Por qué vestimos en blanco y negro?

18 sep. 2024

21:30 A 22:30

Círculo de Bellas Artes de Madrid

En colaboración: Allianz

Los colores, tan ligados al mundo de la moda, también tienen su historia y su simbología. Los historiadores de los sentidos han buscado correlacionar algunos de esos significados, hoy ya olvidados, al tiempo que han desentrañado otros propios de nuestros tiempos. En nuestro mundo contemporáneo, el morado, por ejemplo, ha perdido su connotación religiosa y ha pasado a adquirir un sentido político. El blanco ya no es necesariamente signo de pureza, ni el negro de luto. El rosa ha sido tan estigmatizado como color femenino como reivindicado por parte del nuevo feminismo. El amarillo ya no es el color del teatro. Durante la Revolución Francesa, hubo que hacer un gran esfuerzo para no confundir el azul cobalto de la nueva bandera tricolor con el azul celeste de la simbología borbónica. El verde militar sigue causando furor, del mismo modo que el denominado “animal print” sigue estando presente, aun a pesar de la caída en oferta y demanda de pieles animales.
El mundo de la moda y de la industria textil también tiene sus preferencias cromáticas, comenzado por el deseo, siempre complejo, de imitar el color de la piel humana, sobre todo en la industria de las medias de mujer. Esta idea además de que la piel humana es de un solo color o tonalidad tiene también una larga historia, que aparece por ejemplo en la industria de la cosmética y, más en particular, en la idea del bronceado. En el ámbito del cuerpo, la moda también alcanza naturalmente a la historia del peinado, del maquillaje (inicialmente facturado para ocultar imperfecciones u otras manchas, especialmente de sífilis o viruela), o del tratamiento que se da al vello, tanto en hombres como en mujeres. Cualquier visitante de un museo de arte contemporáneo podría datar las fotografías de desnudos femeninos en función de la forma en la que se ha afeitado, o no, el vello púbico.
Lo mismo sucede en la historia del calzado, y especialmente la historia del tacón o de la bota alta, sobre las que se construyó, y aún todavía, toda una filosofía fetichista. Inicialmente diseñado para evitar pisar la porquería que se acumulaba en las calles, más propio de hombres y mujeres de la nobleza, el tacón, sobre todo el fino conocido como stiletto, se transforma en un instrumento ligado a la sexualización y fetichización de la pierna femenina, especialmente cuando ese calzado es de color negro.