DEVOCIÓN

El propósito de este escénico es doble. Por una parte, queremos profundizar en el modo cómo las emociones se contagian entre las personas a la manera de un bostezo en una sala de conferencias. El aburrimiento es el ejemplo canónico, y quizá más trivial, pero también se contagian la indignación, el rencor o el odio, así como el amor o la compasión (en cualquiera de sus variantes). Por otro lado, querríamos saber, siguiendo a Plutarco, cómo las emociones se contagian entre sí, de modo que la ira o la envidia conducen al odio o al resentimiento, por ejemplo. Ambas ideas giran en torno a la ósmosis emocional.

Los casos extremos de contagio emocional serían las neurosis colectivas, o los fenómenos sociales en los que se producen alucinaciones o delirios colectivos: desde las apariciones marianas a los brotes de xenofobia. Al mismo tiempo, la atribución de neurosis colectivas también está cargada políticamente, como cuando se hablaba de la histeria o de otras condiciones.

REQUERIMIENTO

En este escénico intentamos explorar la diferencia entre sentirse mal y estar mal, que es uno de los objetivos de discusión del Festival en su conjunto. Buscamos explorar lo que podría denominarse “hipocondriasis emocional”, pues de la misma manera que quien está enfermo (sin estarlo) también lo está de alguna manera (aunque no de lo que cree, como el Licenciado Vidriera, por ejemplo), quien se siente víctima de una injusticia (sin motivo) también presenta síntomas. Su malestar es genuino. Esta idea es muy próxima a la originaria de Freud del malestar en la cultura, por más que Freud hiciera de ese sentimiento de malestar sublimado el origen mismo de toda cultura, lo que quizá hoy no sea el caso.

Intérpretes: Belén Ponce de León y Carlos Olalla.