«El día en que dejó de atarse la docenita de churros con un junco del Manzanares, hilvanando todos y cada uno de los cuerpos celestes, como uñetadas de liebre en el firmamento, ese día… se desbarató el orden cósmico». Así comienza SEXO, CHURROS y ESPIRITISMO. Una nueva catapulta extrasensorial hacia el mundo de las músicas populares de Madrid y su provincia; y así se titula también el último trabajo de URSARIA que encierra una parte literaria, una parte musical y otra poderosamente escénica. Y en la que el trío madrileño vuelve a exhumar los conjuros de una magia en la que ya —casi— nadie cree, otorgando en esta ocasión la misma consideración a lo urbano y a lo rural, abatiendo los muros y franqueando los fosos que apartan ambos mundos.

En SEXO, CHURROS Y ESPIRITISMO caben más de una docenita de canciones enhebradas en un junquito del río, como las cuentas de un rosario taumatúrgico. Zarzuela, rondas de mayo, cuplé sicalíptico, retahílas de trajinero, tonadilla escénica, cantos de arada, bailes de escuela bolera, rondones psicotrópicos, tonadas de amor concupiscente, coplas de café cantante y versos de amor a la ciudad resistente.

Un espectáculo demoledor y catártico que narra la epopeya vital de los que les han rodeado en este tiempo. Habitantes de la corrala. Y de la casa-cueva. Labradores. Cabreros. Organilleros irredentos. Churreras ninfómanas. Taxidermistas lunáticos y viejos alunados. Cupletistas de raza. Saludadores. Garbanceras corajudas. Bandoleros místicos. Barquilleras videntes. Gitanos de El Rastro. Chulas de mantón rojo. Combatientes del intracasticismo. Sustancieras de Chamberí. Pastores esotéricos. Y un ejército de espíritus y ectoplasmas del pasado —o el futuro— con los URSARIA proyecta hacia el proscenio una catarata de endorfinas, para dejar al espectador al borde del colapso emocional.